Ahora entiendo

Hallo!

La entrada que os traigo hoy no va sobre lo mucho que disfruté los primeros meses en Alemania o lo bien que me lo pasé en el Oktoberfest, sino que me gustaría hablar de cómo es llevar una casa por mi cuenta. Para mí vivir sola es algo novedoso, ya que todavía vivo con mis padres porque la universidad está en mi ciudad, por eso a veces se me hace pesado valerme por mí misma en una casa sin nadie más.

Cuando me dieron las llaves del piso y se comprobó su "buen" estado, vi que a parte de lo pequeño y frío (literal y metafóricamente hablando) que era, estaba vacío. Por no tener no tenía ni cortina para la ducha, eso sí, me dejaron una bonita escobilla demasiado usada y una papelera. Sabía que tendría que comprar lo básico para la casa, pero hasta ese momento no me había hecho a la idea de que debía empezar desde cero.

Me dejé un riñón y medio el primer mes. Más de trescientos euros gastados la primera semana en lo básico: escoba, paño, sartén, vasos, platos, cubiertos... (DE COMPRAR EL DETERGENTE SE ENCARGABA MI PADRE, ESTO QUÉ ES LO QUE ES.) Alemania, desde luego, no es barata, y menos en la ciudad donde vivo yo (Konstanz, que hace frontera con Suiza). Literalmente, el supermercado ha sido el lugar que más visité ese mes con mis amigas. ¿Qué monumentos importantes ni qué ocho cuartos? Cuando vives solo, lo que más pisas es el supermercado. La gente se ríe cuando decimos: "bueno, he ido al Kaufland y..., he comprado en Kaufland". Me dirán ellos que prefieren morirse de hambre o aprovechar al máximo el papel del baño para poder salir más...

Por otro lado, debo decir que soy la pereza personalizada y antes que ponerme a cocinar prefiero comer en la universidad y cenar cereales con leche. ¡Ay, mi Mensa querida! Te echaré de menos cuando vuelva, solo tú sabes hacer una lasaña de verduras tan buena. En mi casa de España yo no tenía que pensar todos los días que tenía que barrer o limpiar el polvo o hacer de comer o fregar los platos, por lo que pasar de hacer las tareas de casa un par de veces por semana a hacerlas todos los días fue un poco agobiante. Menos mal que mis amigas han estado a mi lado, porque sino hubiera muerto con el simple hecho de pensar cómo se friega el parqué.

Este tiempo he podido apreciar el gran esfuerzo que hacen los padres y todas aquellas personas que tienen casa propia, puesto que se debe ser responsable para llevar las riendas. Hasta la tarea más sencilla, que es tirar la basura, se complica: ¿dónde va el papel de cocina?, ¿el tetrabrik se considera cartón o plástico?, ¿qué pasa si he tirado papel en la basura de "bioabfälle"? Anda, da igual, tíralo todo a "restmüll".  Por otro lado, yo había puesto pocas lavadoras antes de llegar a la residencia. En mi casa era fácil, sobre todo porque tenía a mano un papel con dibujos hechos por mí de cómo funciona, sin embargo, ahora me hago un lío cada vez que voy a la lavandería. Las instrucciones y las indicaciones están en alemán, y solo hay tres lavadoras y dos secadoras para alrededor de 600 personas. No me avergüenza admitir que llamé a mi madre el primer día para preguntarle qué programa debía poner. Lo gracioso es que hay gente que se olvida de recoger la ropa mientras que tú esperas más de una hora para poder usar las lavadoras. Por si fuera poco engorro, la lavandería de mi residencia es la única que no acepta la tarjeta de la universidad: tenemos que comprar otra tarjeta hecha con cartón del malo.

ACTUALIZACIÓN: ahora, POR FIN, han puesto cinco lavadoras, y cuatro de ellas se usan con la tarjeta de la universidad. La gente sigue siendo descuidada con sus prendas, pero por lo menos los domingos por la mañana muy temprano suele haber hueco. Sí, levantarse un domingo para hacer la colada NO MOLA.

Os haréis una idea de que prácticamente no he tenido tiempo para mí, salvo por las noches en las que me he juntado con mis amigas para hacer maratón de películas o series. Me debes seis mil pesetas de "whissske". Comprar ocupaba el 80% de mi día a día. Parece que el pan, la leche y la verdura desaparecen en un abrir y cerrar de ojos. Ahora sé lo controlada que debo tener la compra y lo importante que es tener una mopa a mano, no solo para barrer los pelos que se me caen por el estrés y el agua, sino para asesinar a mis amigas las arañas. Precisamente ellas no me hacen compañía, por lo que a veces me siento sola. Antes si me aburría podía ir a molestar a mi madre hablándole del concierto al que quiero ir, pero ahora solo puedo llamarla por Skype a veces. Es un poco triste, la verdad.

Por otro lado, mis amigas y yo también hemos disfrutado de la ciudad y nos hemos montado unas buenas fiestas, así que me atrevo a decir que nos las apañamos bien. Al principio me daban miedo las clases, porque ya me diréis cómo iba a estudiar barra hacer trabajos, hacer la comida, limpiar, hacer la colada y comprar. Pero por ahora he sobrevivido. Es cierto que a veces he tenido la casa echa un cristo y he comido en la maravillosa e increíble cafetería de la universidad incluso cuando ya no tenía clase solo para no tener que limpiarlo después. Ahora tengo época de exámenes, lo que significa que me alimentaré a base de comida no perecedera y de más cereales. Ya os iré informando.


Hasta aquí la entrada de hoy. Déjame en los comentarios qué te ha parecido, si has vivido lo mismo que yo o si piensas que lo harás. ¡Me gustaría saber tu opinión!

Tschüss!


Foto de la primera vez que mis amigas y yo cocinamos lentejas
Bueno, yo supervisé. JEJÉ.

PD:
Sobre todo, aprecio a mis padres. Desde aquí les doy las gracias y les sonrío con inocencia, pues ya sé lo que se siente (aunque no tenga hijos). Eso sí, cuando vuelva a casa no sé yo si llegaré con ganas de ayudar en las tareas domésticas, eh...

PD2: Ay, mamá, cómo echo de menos tus purés de verduras, tus cantes de copla cuando friegas y tus gritos cuando no me apetece limpiar.

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